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Breve historia del Little Black Dress

El little black dress es la prenda imprescindible del armario femenino, la más democrática de todas, quizá después de los vaqueros.

Ahora mismo, es fácil encontrar un vestido negro colgado en el armario de cualquier mujer, es más, es el color predilecto para vestir de muchas mujeres, incluso en total look. Pero hace un siglo, esto era algo impensable. El negro era un tono asociado al luto, prácticamente el color de la antimoda. Las mujeres lucían tonos pasteles o tonos brillantes y vivos hasta que Gabrielle Chanel decidió revolucionarlo todo con la sencillez implacable de su petite robe noir.

Lo cierto es que el negro siempre sería el color de Chanel. La diseñadora, pasó su infancia en el convento de Aubazine, rodeada de túnicas, monjas y austeridad tonal y puede que aquella fuera parte de su inspiración.

El color más clásico y austero de todos sería el que verdaderamente revolucionaría la moda porque haría a la mujer despojarse de todo lo innecesario para abrazar la verdadera elegancia sin artificio.

La popularidad del Little black dress

Sería en 1926 cuando el vestido negro alcanzase su popularidad. En octubre de ese mismo año la revista Vogue publicó una foto en la que se mostraba un diseño de líneas sencillas, manga larga, escote a la caja y un mini plisado frontal. El vestido estaba únicamente aderezado con algunas joyas y la revista lo calificó como El Ford de la moda, por ser la pieza de vestuario que querrían tener todas las mujeres.

Su diferencia radical partía de su silueta sencilla y práctica. Ahora la mujer podía conducir, hacer deporte, bailar y disfrutar.

Práctico pero sexy

El vestido negro también tendría una interpretación sexy y exuberante, fue la que le dieron las ‘dark ladies’ de Hollywood, actrices que encarnaban papeles sensuales de mujeres fatales y cuyo vestido negro su herramienta perfecta de seducción, como Marilyn Monroe, Ava Gadner o Rita Hayworth.

Aunque si hay una figura del cine que elevó el vestido negro a icono absoluto de elegancia, esa sería Audrey Hepburn y su vestido de satén negro firmado por Givenchy para la película Desayuno con diamantes (1961).

Antes de eso, en la década de los 50, el petite robe noir también vivió su etapa existencial en París de la mano de Jeanne Moureau o o Juliette Greco que, enfundadas en negro reclamaban también su belleza interior.

Declive y renacimiento

Los años siguientes traerían consigo la revolución de la juventud; la música, la libertad, la contracultura de los jóvenes que ya no quieren parecerse a sus padres ni, por supuesto, vestir como ellos. En estos momentos el little black dress parece algo del pasado, un vestido de discreto y recatado que a las chicas jóvenes no les resulta apetecible.

Por su parte, Cristobal Balenciaga, el más purista y perfeccionista de todos los diseñadores, crearía la versión a su medida: un negro ultra elegante de líneas abstractas.

Tendría que llegar la década de los 80 para que la maison Chanel retomase con fuerza su vestido icónico. El prolífico diseñador Karl Lagerfeld fue el elegido en 1983 para continuar el legado de Gabrielle Chanel, tomó lo principios de la casa y los versionó a su manera. El vestido negro se presentó primero en forma de trajes de noche exquisitamente bordados con abalorios y motivos orientales. Después, el petite robe noire tomaría todo tipo de formas, tejidos y estilos; de chifón, tul o encaje. Ultraclásico, punk o minimalista.

Los italianos también tendrían su propia versión del little black dress. Arquitectónico y perfecto de la mano de Gianfranco Ferré, elegante y minimal en Armani, mediterráneo en Dolce & Gabbana o ultrasexy en Versace.

Domenico Dolce y Stefano Gabbana tomaron como referencia a la mujer siciliana y dieron forma a su propia visión del vestido negro; sencillo, ajustado y sensual

Por su parte, en 1994 Gianni Versace presentó al mundo una colección donde los vestidos tenían aberturas estratégicas (y a veces imposibles) y se cerraban decorativamente con imperdibles.

En esa misma época, el minimalismo traería consigo vestidos negros de estilo antagónico; austeros y minimalistas, como volviendo a los que Coco Chanel crearía en sus inicios. Hablamos de las propuestas de Jil Sander o Prada.

En los 90 también se quedaría grabado en el imaginario colectivo de la mano de las cuatro protagonistas de Sexo en Nueva York y la portada de su primera temporada. Imposible de olvidar el bautizado como vestido de la venganza de Lady Di. O el de que aquella raja imposible de Angelina Jolie.

El petite robe noir ha interpretado todos los papeles y aún tiene un largo futuro por delante.

 

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